El ambiente que nos rodea está lleno de estática que nos aturde e impide escuchar los susurros de Dios.
Necesitamos estar solos un tiempo para contemplar y meditar sobre nuestras vidas, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y sueños más secretos.
Por mucho que amemos y gocemos de la compañía de los demás, la soledad es esencial si deseamos que el amor perdure.
Papá y mamá tenían una forma maravillosa de escapar del parloteo constante de sus hijos.
Todas las noches, mientras nosotros cumplíamos con las tareas domésticas como lavar los platos, limpiar el piso de la cocina o guardar el sobrante de comida, ellos salían a caminar durante una hora.
A pesar de que todos les rogábamos que nos dejaran acompañarlos, ése era tiempo para ellos. Cuando les preguntábamos qué hacían en esos paseos, ellos respondían que no hacían nada.
Simplemente caminaban, miraban las estrellas, gozaban de la quietud y del placer de la compañía del otro.
¡Creíamos que estaban locos! ¿Cómo alguien podría disfrutar contando las estrellas?
Esto ocurrió hace muchos años. A un niño le resulta muy difícil imaginarse el deseo de privacidad, de paz, pero no pueden imaginar la cantidad de estrellas que he contado desde esa época.
El hambre de la soledad que siento por momentos nunca decrece.
"Encontrarás ese lugar de silencio en tu habitación, en el jardín o inclusive en la bañera"
Autora: Elizabeth Kubler Ross.
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